Salvarsán |
La sífilis es una enfermedad que se transmite únicamente por contacto sexual. Hasta los primeros años del siglo veinte era considerada incurable. Se habían probado y difundían recetas naturistas, pócimas, ungüentos, curas a base de mercurio y potasio que resultaban a veces tramposas, siempre ineficaces. Las víctimas estaban condenadas a un proceso de infección largo y horrible que producía desde llagas en la piel a la degeneración del sistema cardiovascular y la muerte.
Por entonces, sin salir de Europa, se estimaba que había un millón y medio de infectados, calculando que el diez por ciento de los pobladores de los 32 centros urbanos de más de 500 mil habitantes padecían de sífilis. Y sólo en París, la “enfermedad vergonzosa” causaba más de tres mil muertes anuales. Entre la tuberculosis, el Treponema pallidum y los obuses de la Gran Guerra, las primeras dos décadas del siglo se llevaron más o menos románticamente mucha de la mejor juventud de la época. Y todo habría sido peor si no hubiera aparecido el Salvarsán, la bala mágica, el remedio que permitió que muchos zafaran desde entonces, sin necesidad de apelar a la resignada receta del nitrato.
Fue el bacteriólogo Paul Ehrlich quien hace unos cien años descubrió el compuesto 606 y propuso la primera cura efectiva contra la sífilis. Experimentando en su laboratorio, inyectó a conejos afectados de sífilis varias dosis de un producto químico de base arsénica y dioxiaminodoarsenobenzol que había diseñado junto a su ayudante Sahachiro Hata. Tras repetidos intentos, los conejos se recuperaron. Cauteloso y responsable, al mes siguiente Ehrlich repitió el experimento con más conejos infectados que al cabo de tres semanas también quedaron libres de síntomas. Ehrlich no sólo había descubierto la primera cura efectiva para la sífilis, también había legitimado la quimioterapia como práctica médica moderna. En 1910, el descubrimiento de Ehrlich había tratado diez mil casos. La demanda era asombrosa. A finales de año, la empresa farmacéutica alemana que fabricaba el medicamento producía catorce mil frascos diarios. Ehrlich fue distinguido con honores y galardones y celebrado en la prensa popular como el “príncipe de la ciencia”.
Información: Icarito y La historia del día
Fotos: Google
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